El éxito italiano del G-8

Fuente: Corriere della Sera
Fecha: 11/7/09

La Cumbre del G-8 en L'Aquila constituye, según el columnista del "Corriere della Sera" Angelo Panebianco, un verdadero éxito diplomático del gobierno de Berlusconi.

Italia cumplió bien su rol de anfitrión y los buenos resultados de la Cumbre opacaron las temidas repercusiones de los "affaires" privados de Silvio Berlusconi. A su vez, el presidente del Consejo de Ministros y el jefe de Estado, Giorgio Napolitano, se mostraron en sintonía. Incluso la oposición, a excepción del ex fiscal Antonio Di Pietro (líder de "Italia de los Valores"), mantuvo un compartamiento responsable. Estas son las conclusiones de la columna de Panebianco, quien destacó además la acertada decisión de trasladar la sede del encuentro de la isla sarda de La Maddalena a L'Aquila (Abruzzo), donde tuvo lugar meses atrás un devastador terremoto.

"Se ha escrito en estos días que el G-8 ha muerto y que en L'Aquila se celebraron sus funerales. Es así. El G-8 ya no es representativo de la real distribución de la riqueza y del poder en el mundo", afirma el autor. "Difícilmente, habrá un espacio similar para las posiciones de Italia o de otros países europeos en los vértices extendidos (el G-20) que, inevitablemente, sustituirán al G-8 en los próximos años", agrega.

Más que el riesgo, hoy existe -a juicio de Panebiano- la "certeza" de un drástico debilitamiento de las capacidades de negociación y de influencia de los países europeos, que suelen mostrarse divididos y enfrentados, en las futuras reuniones que serán dominadas por los Estados Unidos, los colosos asiáticos y otras potencias emergentes. "Por ahora, saboreamos el éxito de la Cumbre y la buena imagen que ha dejado Italia", concluye el columnista, quien lamenta que "a partir de hoy vuelva a comenzar, con las asperezas de siempre, la habitual política (interna) italiana".


Clave del artículo: Italia ha logrado salir bien parada del último vértice del G-8, organización que está llamada a perder influencia frente a grupos ampliados como el G-20, en los que Europa perderá peso y los nuevos países emergentes ocuparán mayores espacios de influencia.

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