Gran Bretaña debe redefinir sus prioridades estratégico-militares


Fuente: Prospect Magazine, Nº 159
Fecha: Junio de 2009

En un interesante artículo publicado en la prestigiosa revista Prospect, Anatol Lieven, profesor del Departamento de Estudios sobre la Guerra del King´s College de Londres, critica los recientes movimientos de Gran Bretaña en materia de defensa.

El autor relata la controvertida decisión del gobierno británico de firmar contratos por 4.000 millones de euros para construir los dos portaaviones más grandes de la historia de la Royal Navy: el HMS Queen Elizabeth y el HMS Prince of Wales, de 280 metros de largo cada uno, capaces de transportar hasta 40 aviones. Lieven considera que la decisión del gobierno británico es completamente errada. “¿Dónde y contra quién podría luchar Gran Bretaña?”, se pregunta este académico. Tampoco le encuentra mucho sentido a la idea de seguir colaborando con las “cruzadas” estadounidenses a lo largo y a lo ancho del planeta.

Este tipo de decisión se apoyaría, según el autor, en una mezcla de nostalgia imperial, plegamiento acrítico con la política exterior de los Estados Unidos y una incapacidad absoluta para definir prioridades estratégicas. Decisiones equivocadas como éstas resultan más contraproducentes aún en el actual contexto de profunda crisis económica global.

Gran Bretaña debería ser capaz, de acuerdo con la opinión de Lieven, de redefinir con sentido estratégico sus prioridades en materia de seguridad: habría de abandonar definitivamente todo tipo de empresa en sitios recónditos del planeta, como Afganistán e Irak, en donde no se ha hecho ningún tipo de contribución real. Asimismo, este catedrático sostiene que, en paralelo a la reducción de un 10% en su gasto militar, Gran Bretaña debería concentrarse en desarrollar las capacidades de su Ejército para desenvolverse en guerras de baja intensidad que podrían tener lugar en la periferia de Europa.

El escenario que se espera a nivel internacional, de profunda y prolongada depresión económica, hace probable que la democracia y la paz interétnica se vean crecientemente amenazadas en el Este de Europa y en los Balcanes. A juicio del autor, este tipo de amenazas tendrán espacio no sólo en países que desean incorporarse a la Unión Europea y a la OTAN, sino también en Estados que ya son parte de dichos entramados institucionales como es el caso de Letonia (en donde la minoría rusa se manifiesta crecientemente insatisfecha y el PBI se ha contraído 18% en el primer trimestre de 2009).

Así las cosas, y ante la posibilidad del resurgimiento de conflictos étnicos en Letonia o Estonia, sería fundamental que las Fuerzas Armadas europeas, con Gran Bretaña a la cabeza, protejan a las minorías rusas de los países bálticos y eviten cualquier tipo de injerencia militar por parte de las tropas revisionistas de Moscú.

La participación de Gran Bretaña es fundamental, según el autor, para prevenir este tipo de conflictos en Europa, en especial porque –conjuntamente con Francia– se trata de las únicas dos potencias del continente en condiciones de asumir este tipo de riesgos estratégicos.

Paralelamente, una mayor focalización en los conflictos europeos y un alejamiento de las crisis que tienen lugar en Asia, mejoraría la menguada popularidad de Gran Bretaña en el mundo, particularmente tras los fiascos de Afganistán e Irak. “Ello no significaría, de ningún modo, traicionar la histórica alianza transatlántica con Estados Unidos”, sostiene Lieven. Washington también tendrá que efectuar, en el mediano plazo, opciones estratégicas como las que enfrenta Europa en la actualidad. Y seguramente, en su caso, deberá ocuparse mucho más de América Central y el Caribe, afectadas de manera cada vez más peligrosa por la diseminación de la pobreza y la inestabilidad política.


Clave del artículo: Según Anatol Lieven, Profesor del Departamento de Estudios sobre la Guerra del King´s College de Londres, Gran Bretaña debe elegir entre su liderazgo frente a los nuevos conflictos interétnicos que podrían tener lugar en Europa del Este y los Balcanes, o la continuación de un errático alineamiento con Estados Unidos en territorios distantes como Afganistán e Irak.

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