Las perspectivas dependen de las principales variables económicas, las políticas gubernamentales y la confianza. En meses recientes, la confianza ha rebotado desde su nivel más bajo, pero aún permanece frágil. El temor de una quiebra ha sido reemplazado por la posibilidad de una eventual recuperación.
La mejora en el clima de los mercados financieros está totalmente justificada, particularmente si hay una expectativa de que las tasas de interés permanezcan bajas por un tiempo considerable. El problema es que “el clima” es una sensación que puede pasar del extremo pesimismo al hiper optimismo.
La economía británica parece que va a tocar fondo este otoño, creciendo modestamente este año. Sin embargo, el desempleo continuará aumentando hasta alcanzar su pico hacia final de 2010.
En las recesiones de principios de los 80 y comienzos de los 90, la economía tardó casi 3 años y medio para recuperar el nivel previo a la recesión. En este caso, el tiempo puede ser mayor.
Si bien la respuesta política es más profunda y útil que en el pasado; el golpe económico ha sido más duro así como los aumentos de impuestos están amenazando con retardar aún más la recuperación.
Más allá de ello, la respuesta política global ha sido imponente. El verano pasado, cuando el gobierno americano anunció recortes impositivos, el enfoque predominante era que la respuesta fuese oportuna, dirigida y temporaria. Actualmente, se piensa la respuesta más en términos de que sea estimulante, sincronizada y exitosa.
Cuando los particulares y las empresas no están gastando, los gobiernos necesitan hacerlo. En este sentido, el Reino Unido debe aprender una lección de Chile, Singapur y China, países que tuvieron superávits presupuestarios en los buenos tiempos y que debido a estas políticas pudieron estimular el gasto desde una posición de fortaleza, sin necesidad de perturbar a los mercados.
Aunque esta es una crisis financiera originada en Occidente, el resultado ha sido una recesión global, impulsada por una reestructuración de los balances, el desapalancamiento en el sector financiero, una severa corrección de inventarios y el colapso en el comercio mundial. El autor afirma al respecto que estas presiones a la baja han comenzado a ceder. “Ello será un alivio para los países exportadores, los cuales resultaron fuertemente golpeados”.
Hace un año atrás muchas empresas incrementaron sus inventarios al temer un aumento en el precio de los commodities. Cuando la crisis golpeó, no solo cayó la demanda global, sino que las empresas tuvieron que disminuir sus inventarios agresivamente.
Sumado a ello, hubo un deterioro en el riesgo crediticio y menor disponibilidad de financiamiento al comercio; en especial para las pequeñas empresas.
Esto explicó la caída repentina de las exportaciones en el cuarto trimestre del último año y principios del presente. Por ejemplo, 30% de las exportaciones de China y 45% de sus importaciones requirieron letras de crédito, las cuales fueron muy difíciles de conseguir. Para India tales porcentajes fueron 20% y 27% respectivamente.
Actualmente, estos flujos de comercio se están estabilizando.
Y son precisamente las mejoras en los mercados financieros y en las expectativas lo que viene a continuación de las grandes caídas. Ello es reflejado por la performance de las acciones: la capitalización de los mercados accionarios globales ha subido de U$S 29,8 trillones en marzo a un nivel de U$S 37,4 trillones. Si bien esto es un gran salto, el autor remarca que el nivel de capitalización está aún lejos de los U$S 63 trillones de octubre de 2007.
El mayor desafío global actual es identificar el origen de la demanda. Medido en trillones de dólares, la economía americana representa el 14,3%, Japón 4,9%, China 4,4%, Alemania 3,7%, Reino Unido 2,7, Rusia 1,7%, Brasil 1,6% e India 1,2%. De estos países, solo China e India están creciendo este año.