El nuevo vínculo entre Italia y Libia

Fuente: Corriere della Sera
Fecha: 20/6/09

Retomando un irónico comentario del diario “Al-Jamahiriya” de Trípoli, el autor recuerda que “durante cuarenta años hubiera sido más factible un viaje de Gheddafi a Saturno que a Italia”. Hoy la realidad es otra y parece abrirse una nueva ventana de oportunidades para los inversores italianos en el país norafricano.

Alberto Ronchey, ex ministro para los Bienes Culturales y actual columnista del "Corriere della Sera", hace un exhaustivo análisis del estado de las relaciones entre Italia y Libia, a la luz de la primera visita de Muhammar al-Gheddafi a Roma. Si bien reconoce las responsabilidades de la conquista colonial del territorio libio luego de la guerra ítalo-turca de 1911-1912, Ronchey considera que no debe perderse de vista que ese país había sido anteriormente víctima de la dominación otomana.

La denuncia de parte de Gheddafi de la represión colonial incluyó a partir de 1970 la expulsión de la comunidad italiana residente en Libia. Además de la reivindicación de una indemnización por las atrocidades del colonialismo, las autoridades libias confiscaron las propiedades muebles e inmuebles de los italianos expulsados. Siguieron fuertes hostilidades verbales, que derivaron incluso en el lanzamiento en 1986 de dos misiles hacia la isla de Lampedusa, distante 330 kilómetros de Trípoli.

En este difícil marco histórico, Ronchey rescata la recomposición de las relaciones entre ambos países, coronada en agosto de 2008 con la firma del “pacto de amistad”, que prevé un resarcimiento de 5.000 millones de dólares por parte de Italia, la cual reconoció las “culpas del colonialismo”. Al mismo tiempo, Gheddafi garantizó a los inversores italianos una “zona franca” y desgravaciones fiscales por cinco años. Existen ya en el país inversiones en energía de la empresa hidrocarburífera Eni y la eléctrica Enel, así como de Telecom y Finmeccanica. Libia brindará además a Italia un trato prioritario en las exportaciones de petróleo y gas.

El autor de esta columna se pregunta si se trata de “compromisos totalmente confiables” y si éstos no se verán afectados por los “cambios de humor” de Gheddafi. “Se verá”, se apresura a responder sin mucho entusiasmo Alberto Ronchey, para quien “no sólo están en cuestión los asuntos económicos”. A su juicio, se deberá verificar la eficacia de acuerdos de vigilancia de las aguas territoriales y de la costa libia, de manera de hacer frente al tráfico de inmigrantes clandestinos desde África hacia Italia. El tema volverá al centro de la escena en julio, durante la reunión del G-8 en L’Aquila (Abruzzo), a la cual asistirá como invitado Gheddafi en su calidad de presidente de turno de la Unión Africana.

Ronchey admite que durante la visita de Gheddafi se discutió de todo, desde el colonialismo y el imperialismo hasta el terrorismo, la crisis económica y la coyuntura energética. “Las puertas de Libia están abiertas a todos ustedes”, aseguró el controvertido líder árabe frente a una tribuna de industriales italianos. Quedará por verse si estas promesas terminarán por plasmarse en una política de distensión entre estos dos Estados mediterráneos luego de cuatro décadas de desencuentros.

Clave del artículo: Alberto Ronchey analiza el estado del vínculo diplomático entre Italia y Libia. Admitiendo los errores del pasado colonial y aceptando la reciente vuelta de página en las relaciones entre Trípoli y Roma, el autor considera que el líder libio Muhammar al-Gheddafi deberá ahora cumplir su palabra con respecto a las inversiones italianas y ofrecer mayor colaboración en lucha contra el tráfico de clandestinos desde sus costas.

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